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Blog Personal de Itxu Díaz

De fuentes, exclusivas y malas artes en el periodismo

En la ruleta periodística hay algunas constantes. El león grande teme a la pulga, pero ignora al león pequeño. Regreso de la selva para tratar de facilitar la comunicación tras el fracaso de la metáfora. Quiero decir que en el día a día del mundillo periodístico hay una serie de errores y vicios que no cambian, que se repiten una y otra vez, en todos los bandos, en casi todas las redacciones.

Los grandes medios de comunicación acostumbran a ventilar, exponer y difundir el código ético del buen periodista. La búsqueda de la verdad, las grandes consignas de la facultad y todo eso. Sin embargo, muchas veces toda esa doctrina periodística se esfuma en la práctica diaria, en pequeños detalles. Uno de esos vicios, de esas malvadas obsesiones, de esas manipulaciones llenas de cinismo, es la ocultación consciente de las fuentes cuando se trata de investigaciones de interés que han sido realizadas por otros medios competidores de menor entidad.

La historia está llena de errores gigantescos en este sentido. Quizá la gran mayoría carecen de impacto en la audiencia del gran medio de comunicación y las denuncias que trate de difundir el medio más pequeño ofrecerán resultados irrelevantes. Por eso pasan inadvertidos. A veces esta práctica consistente en hacerse eco de una exclusiva de otro medio más humilde como si fuera propia -sabiendo que siempre se cuenta con la ventaja de tener más influencia, y por tanto más credibilidad en caso de disputa con el medio expoliado-, se efectúa de mala fe y de forma deliberada. Quién actúa así se retrata y, quizá, no merecería más comentario. Su pena es el descrédito, que tarde o temprano saldrá a la luz. Pero otras veces la línea que divide las buenas prácticas periodísticas de la malas no es tan nítida.

En efecto, cuando se produce una investigación periodística sobre un asunto de cierta importancia, no hay que suponer siempre que se está realizando en exclusiva. Especialmente si se trata de cuestiones de actualidad. Como afortunadamente existe la competencia entre medios de comunicación, es posible que varios medios compartan datos de una misma investigación, no porque se los hayan pasado unos a otros, sino por cualquier otra razón: pueden desde compartir a una misma fuente, hasta llegar a la misma conclusión por partir de las mismas pruebas. Hasta aquí no hay mayor problema. El lío surge a la hora de plantear la información.

¿Cuándo un medio de comunicación tiene derecho a etiquetar como “exclusiva” una información? En principio, cuando quiera. La etiqueta exclusiva, o señalar que se trata de una información “en primicia” no constituye ningún tipo de certificado oficial, ni garantiza nada. La credibilidad de quien maneja estas señalizaciones es lo único que está en juego, por lo que, ante todo, se supone que deben utilizarse estos términos de forma responsable. Sin embargo, a pesar de que en principio cualquiera tiene derecho realizar estas indicaciones, la única pauta de la que el periodista puede guiarse a la hora de decidir si una determinada información es o no una exclusiva, es su propia conciencia. Es posible que sus jefes y directores no lo sepan, quizá tampoco sus competidores o incluso algunas de sus fuentes, pero no hay duda de que el periodista o los periodistas que realicen la investigación sabrán finalmente si el reportaje que han elaborado constituye o no una información exclusiva. En primer lugar, por la forma en que han averiguado los datos. Normalmente esto es suficiente para determinar si la información es exclusiva o no. Pero en segundo lugar, lo habitual es que quienes están elaborando la información estén al tanto de lo que los competidores publican o dejan de publicar sobre el mismo caso -y por tanto, sabrán si lo suyo es novedoso o no-. Donde digo competidores algunos preferirán decir colegas. Es lo mismo. 

¿Y si se adelantan? Puede suceder que uno esté elaborando el resultado de una novedosa investigación periodística y que días antes de publicarlo otro medio de comunicación se adelante publicando parcialmente la misma información. Si hay sospechas de que puede haberse producido una fuga de información desde la propia redacción, es evidente que hay que tomar las medidas oportunas. No obstante, este no es el caso más frecuente. Lo normal es que el otro medio de comunicación estuviera realizando la misma investigación, y haya sacado los datos antes, o bien porque han podido atar antes cada extremo de la información o bien porque han decidido arriesgar más. Sea como sea, a partir de ese instante debemos exigir el juego limpio. Desde ese momento, la información que se estaba elaborando en exclusiva ya no lo es del todo, y en cualquier caso no es una exclusiva sólo propia. El buen periodismo exige, desde entonces, reconocerle al adversario la autoría de una parte de la información -o bien reconocer su publicación más veloz, sin más-, sin que esto esté reñido con una explicación exhaustiva de lo sucedido a la propia audiencia a través del medio que se considere oportuno. Esto debe cumplirse también -y quizá, diría, especialmente- cuando la fuente que se ha adelantado es un medio de comunicación más humilde o más pequeño. Aprovecharse de esa circunstancia para ponerse medallas ajenas es exactamente lo contrario de lo que se espera de alguien a quien miles de lectores u oyentes confían la labor de la investigación periodística honrada y rigurosa.

La credibilidad, en esto, se gana con años de trabajo. Pero se puede perder en dos días.

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