Como cerdos
Supongo que habréis tenido la oportunidad de observar cómo viven los cerdos en las granjas. O cómo se lo montan las sardinas en las latas. Así estamos ahora sábado tras sábado en esta ciudad. No recuerdo antes semejante afición por no salir los viernes y, en cambio, pelearse por un metro cuadrado de pub los sábados.
Son las 3:45. Partimos hacia El Playa Club. Se pone a diluviar. El paseo marítimo nos invita a un combinado -sin alcohol- de lluvia, salitre y viento casi huracanado. Las colas de los taxis son infinitamente más pequeñas que las colas de los que esperan los taxis. Antes de salir volando, decidimos ir hasta el Playa Club por los túneles que hay debajo del paseo marítimo. Pensé que sería gran negocio montar una macrodiscoteca en estos túneles porque había cientos de personas haciendo la misma ruta. Me acuerdo de El Neng de Buenafuente cuando veo pasar a varios tuning-men a toda castaña por el túnel del parking, sorteando (y puteando) a las sombras semietílicas que recorren el camino Orzán-Playa. Luego lloran cuando se llevan a alguien por delante.
Salimos del túnel. La cola para entrar pasando por la taquilla en el Playa Club(a las 4:00) tiene unos veinte metros. La otra cola para entrar en el Playa, por el morro, es el doble de grande. Mi ciudad se define sola en momentos así. Tiene su gracia. Hacemos la cola por inercia, sabiendo que es imposible que podamos meternos todos allí y lograr salir vivos. Logramos entrar, por fin. 45 minutos para pedir una copa -y esto con enchufe- en la Barra Nordic. Cambiamos de ubicación en busca de una zona menos abarrotada. En el trayecto pierdo dos capullos de cigarro y la mitad de la copa que tanto me costó conseguir. Es decir, jodo dos abrigos y le mojo los zapatos a un par de luciérnagas.
Cuando logramos hacernos con una esquina algo tranquila, mi amigo y yo nos ponemos a filosofar sobre qué narices hacemos apretados como cerdos entre flashes de mil colores y canciones de los Smiths. A veces pagamos por sufrir. No hay mejor discoteca que El Playa en la ciudad, a mi gusto. Pero los sábados se están siendo inhumanos. Aún no habíamos decidido si el sábado próximo -después de varios años- probaríamos otra alternativa cuando la megafonía anuncia el fin de la sesión. A dormir. Dejo la copa, enciendo un cigarro y salimos corriendo de allí. Sigo sin comprender por qué ya nadie sale los viernes y por qué todo el mundo sale los sábados. De momento, el viernes le ha sacado al jueves el puesto de "mejor día para salir de copas". Tal vez el sábado que viene cambie de sitio de última hora -tapándome la nariz-, pero ¿qué haré yo si no contemplo las tripas del atlántico al salir de la discoteca? ¿Volveré el sábado al Playa? Ya os lo contaré.
Son las 3:45. Partimos hacia El Playa Club. Se pone a diluviar. El paseo marítimo nos invita a un combinado -sin alcohol- de lluvia, salitre y viento casi huracanado. Las colas de los taxis son infinitamente más pequeñas que las colas de los que esperan los taxis. Antes de salir volando, decidimos ir hasta el Playa Club por los túneles que hay debajo del paseo marítimo. Pensé que sería gran negocio montar una macrodiscoteca en estos túneles porque había cientos de personas haciendo la misma ruta. Me acuerdo de El Neng de Buenafuente cuando veo pasar a varios tuning-men a toda castaña por el túnel del parking, sorteando (y puteando) a las sombras semietílicas que recorren el camino Orzán-Playa. Luego lloran cuando se llevan a alguien por delante.
Salimos del túnel. La cola para entrar pasando por la taquilla en el Playa Club(a las 4:00) tiene unos veinte metros. La otra cola para entrar en el Playa, por el morro, es el doble de grande. Mi ciudad se define sola en momentos así. Tiene su gracia. Hacemos la cola por inercia, sabiendo que es imposible que podamos meternos todos allí y lograr salir vivos. Logramos entrar, por fin. 45 minutos para pedir una copa -y esto con enchufe- en la Barra Nordic. Cambiamos de ubicación en busca de una zona menos abarrotada. En el trayecto pierdo dos capullos de cigarro y la mitad de la copa que tanto me costó conseguir. Es decir, jodo dos abrigos y le mojo los zapatos a un par de luciérnagas.
Cuando logramos hacernos con una esquina algo tranquila, mi amigo y yo nos ponemos a filosofar sobre qué narices hacemos apretados como cerdos entre flashes de mil colores y canciones de los Smiths. A veces pagamos por sufrir. No hay mejor discoteca que El Playa en la ciudad, a mi gusto. Pero los sábados se están siendo inhumanos. Aún no habíamos decidido si el sábado próximo -después de varios años- probaríamos otra alternativa cuando la megafonía anuncia el fin de la sesión. A dormir. Dejo la copa, enciendo un cigarro y salimos corriendo de allí. Sigo sin comprender por qué ya nadie sale los viernes y por qué todo el mundo sale los sábados. De momento, el viernes le ha sacado al jueves el puesto de "mejor día para salir de copas". Tal vez el sábado que viene cambie de sitio de última hora -tapándome la nariz-, pero ¿qué haré yo si no contemplo las tripas del atlántico al salir de la discoteca? ¿Volveré el sábado al Playa? Ya os lo contaré.
3 comentarios
Playmobil -
Para recados los que nos dan en las colas, menos mal que en las del Playa no estaba ninguna vieja sin escrúpulos, para colarse. Aunque alguna bien podía pedir cuarto y mitad de jamón york, ¡qué obscenidad!.
Perdón por la ignoracia, y por inventar las mesas de metacrilato.
Alberto Punto G. (II) -
Pero el motivo que me ha llevado a escribir no era este, de hecho estoy asombrado de lo que llevo escrito sobre esta pantalla de luz para simplemente comentarte que aceptada tu invitación a conocer tu blog me ha divertido el tratamiento y enfoque que has dado a este tu diario electrónico. De hecho me están entrando unas ganas locas de iniciar un puto blog de estos para ser alguien y más por lo del tratamiento de choque que alberga -ese contenido terapeútico para combatir el estrés o la depresión- por eso de desquitarte con todo lo que ensombrece la vida de uno. No sé. O quizás sólo me deje caer por aquí más veces de las que quisieras y ocuparte espacio con mis reflexiones. Total, no hay que hacer cola. Lo dicho, de momento me has arrancado una sonrisa y unas palabras. Espero que no te arrepientas de mi visita.
Alberto Punto G.
Alberto Punto G (I) -