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Blog Personal de Itxu Díaz

Represión antitabaco (parte I)

Empezar el 2006 y ser fumador es como subirse a un autobús urbano atado de pies y manos. Guantazo asegurado. Cabreo anticipado. Mucho se ha escrito estos días sobre la polémica Ley Antitabaco. Demasiado se ha hablado en los bares sobre esta cuestión. Hábilmente quienes nos gobiernan han logrado que, al menos durante los festejos navideños, nos olvidemos de todos los marrones nacionales e internacionales que nos brindan los periódicos cada mañana para pasar a hablar y discutir sobre algo tan vacío como la bondad o maldad de una Ley en la que todos los partidos se han puesto de acuerdo. Final feliz del 2005. Turrones, copa de cava políticamente correcta y... bueno, y nada más, porque lo del puro ha sido dificil esta Nochevieja.

Por delante nos queda volver al colegio. Volver a ocultar cigarrillos encendidos en el bolsillo del pantalón. La diferencia es que ahora no nos escapamos de un profesor sino de un matón de discoteca, del director de un banco o de un inspector de la patraña antitabaquista.

La Ley más molesta de los últimos años está fracasando. Socialmente el mundo no se divide -por suerte- entre fumadores y no fumadores, sino que ambos comparten cafés, amistades, fiestas y convenciones con naturalidad. Por eso cuando hace tres días entré con M (no fuma) en un restaurante de las afueras de la ciudad y pedimos "zona de fumadores" no nos imaginamos el escenario lamentable que se alzó ante nuestros ojos. Los fumadores, verdaderamente presionados como delincuentes en estos días que corren, gozaban al libre albedrío fumando enormes cantidades de cigarrillos durante la cena. Hasta rozar el mal gusto. Tal vez una forma de respuesta automática a encontrarse, por fin, en lugar reservado para ellos -o para nosotros-. Los no fumadores que acompañaban a los fumadores en esta zona del restaurante habilitada para los segundos, se morían de asco al ver semejante humareda. Nunca antes en espacios mixtos había sucedido algo así. Ni el fumador fumaba de esa manera, ni el no fumador que lo acompaña se molestaba tanto.

Pero todo esto era previsible. Pero es que sabemos perfectamente que a nadie le interesa en exceso que dejemos de fumar, sino tener alguna excusa para que la sociedad este entretenida con pequeñeces, mientras la rueda de los problemas reales sigue girando. (continuará...)

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